Capítulo 2: Venganza
-Así es como llegamos a la ciudad, - dijo Karen con una
mueca, dejando la taza de café vacía sobre la mesa – antes de entrar, nuestros
padres nos dieron nuestros limitadores, unas joyas que actúan de la misma forma
que los sellos que llevan los de ciudad pero que en lugar de ser permanentes te
los puedes quitar cuando quieras, por si no lo has notado, mis brazaletes son
esos limitadores - terminó señalando los brazaletes dorados que se escondían
bajo las mangas de la camisa.
- ¿Y simplemente empezasteis a vivir en la ciudad como si
nada? - preguntó su acompañante entre cucharadas de su postre de chocolate.
- Tampoco teníamos muchas opciones, era o vivir en la ciudad
hasta que pasase el invierno o morir de hambre o frio intentando volver a
instalarnos en algún lugar lejos de las ciudades.
- Siempre se me olvida lo frágiles que sois los humanos.
- Vaya, gracias - ironizó Karen.
- De nada querida – dijo su acompañante con una sonrisa.
Karen no pudo evitar reír ante la sinceridad en su
respuesta.
-Gracias a que mis padres habían ahorrado algo de dinero y a
que conseguimos vender las joyas de mi hermano pudimos alquilar una casa y
comprar comida para unos cuantos días sin problemas. - continuó ella
entrelazando las manos y apoyándolas en el borde de la mesa – Los primeros días
fueron horribles, era como si todo lo que nos había pasado fuese un sueño del
que no conseguíamos despertarnos. Nadie hablaba de lo que había pasado y mis
padres actuaban como si todo fuese bien, aunque veíamos que se sentían
agobiados por la atmosfera de la ciudad, no ayudaba el hecho de que sus hijos
apenas ni salían de sus habitaciones.
Karen respiró hondo, los recuerdos de los primeros días
viviendo en la ciudad le oprimían el corazón y le provocaban un nudo en la
garganta.
-Mis padres buscaron trabajo, les costó encontrar un lugar
que los aceptara ya que la mayoría de ellos requerían unos estudios que no
tenías, aunque seguramente estuviesen más cualificados que muchos de los que
tenían ese título, mi hermano siguió creando joyas y vendiéndolas, terminó
siendo contratado por la joyería donde solía venderlas y mi hermana y yo fuimos
obligadas a ir a un colegio para hechiceros, al parecer era obligatorio asistir
a clases a nuestra edad. Odié cada uno de los días en los que tuve que ir, mi
vida era la magia y ver como los de ciudad la trataban como algo que se debía
temer y como la manipulaban con tan poco respeto por la forma original me ponía
enferma, yo había manipulado hechizos durante toda mi vida, pero siempre
trataba de mantener el máximo de la forma original de esa magia, sin en cambio
a los de ciudad no les importaba y enseñaban la forma modificada como si fuese
la original, era algo que simplemente me ponía de los nervios, aun así me
aguanté, no quería causarle problemas a mis padres antes de que pudiésemos
mudarnos.
- Eres una humana llena de odio, encanto - comentó su
acompañante terminándose su postre y lamiendo el chocolate del plato.
- Deberías saberlo a estas alturas.
-Touché, continua.
-Llegó el invierno y todo se cubrió de nieve, una noche me
escapé de casa y me dirigí al bosque, a nuestra aldea.
La luna llena brillaba con fuerza, iluminando las calles
vacías de la ciudad. Karen caminaba velozmente, cruzando la ciudad en silencio,
las manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta para protegerlas del
gélido frío, su rostro oculto por una bufanda que ondeaba tras ella como una
capa y sus orejas se escondían bajo un gorro de lana. Salió de la ciudad
asegurándose de que nadie la había visto y se dirigió al bosque. Había pasado
mucho tiempo desde la última vez que había estado en él, pero los recuerdos del
humo y los gritos aún eran vívidos en su mente.
La nieve que cubría el suelo dificultaba su avance por el
bosque, pues las raíces o los agujeros eran fácilmente ocultos por las capas de
nieve que se habían ido acumulando en los últimos días, la oscuridad tampoco
ayudaba a facilitar su avance. Aun así, Karen siguió avanzando, tanteando los
árboles para evitar chocarse y levantándose cada vez que tropezaba.
Poco a poco hizo su camino hasta la aldea.
Al llegar se sorprendió al ver que seguía en un relativo
buen estado, algunas casas habían ardido hasta quedar reducidas a cenizas y
otras o eran más que una pila de escombros, pero la mayoría seguían en pie y
sin haber sufrido muchos daños. Karen pensó que, si todas las casas no habían
sido destruidas, cabía la posibilidad de que alguien hubiese sobrevivido, así
que se adentró en la aldea y empezó a mirar en el interior de las casas en
busca de algún signo de vida. No encontró ninguno. Las casas estaban completamente
vacías, alguien se había llevado todas las cosas del interior, dejando
solamente algunos muebles que se habían llenado de polvo con el tiempo. No
quedaban siquiera los cadáveres de los que murieron ese día.
Karen se detuvo delante de la que una vez fue su casa, por
un momento no se atrevió a ver en el interior, aunque quería saber que destino
habían sufrido sus cosas, le daba miedo, pues seguramente iba a ver la
desaparición de su pasado. Finalmente, se decidió a abrir la puerta y entrar en
la casa. Tal y como sospechaba la recibió una sala de estar completamente
vacía, solo quedaban las estanterías atornilladas a las paredes todo lo demás
había desaparecido. El polvo había cubierto el suelo y con cada paso que daba
sus huellas se quedaban marcadas en él.
Entró en su habitación, lo único que quedaba en ella eran
los juguetes de Mae y algunas piedras de menor valor de Niles. Todos los libros
habían desaparecido, al igual que las libretas donde Karen guardaba sus
apuntes. Se acercó a donde una vez había estado su sillón, sonriendo
melancólicamente al recordar las horas que había pasado allí sentada leyendo
los libros de hechizos y experimentando con ellos.
No tardó en decidir marcharse, estaba claro que no quedaba
nada útil a estas alturas y aunque no supiera quien se lo había llevado no
parecía que hubiera nada que le diese una pista. Al abrir la puerta principal
escuchó unas voces, por un momento su corazón pareció detenerse. Rápidamente se
escondió detrás de la puerta, sentándose en el suelo con las rodillas pegadas
al pecho para asegurarse de que no la viesen con facilidad. Respiraba con
dificultad y su corazón tenía la intención se salírsele del pecho en cualquier
momento.
- Maldito jefe, otra vez enviándonos aquí para revisar que
se han llevado todo lo que nos pueda servir de utilidad, ya hemos venido miles
de veces ¡¿Cómo va a quedar nada aquí?! - exclamó una voz.
-No hables muy alto que como el jefe se entere de que hablas
mal de él o sus decisiones a saber que te hace - comentó una segunda voz.
- ¡Que haga lo que le dé la puta gana! Seguro que será mejor
que ser su perro - ladró la primera voz, escupiendo las palabras como si fueran
veneno.
- Oye, oye, no digas eso, recuerda lo que le pasó al último
- advirtió una tercera persona con voz asqueada.
- Hugh, no me lo recuerdes por el amor de dios.
Las voces se perdieron al tiempo que se oyó la puerta de una
de las casas abrirse. Karen decidió que era el mejor momento para marcharse. Se
asomó con cuidado, asegurándose de que ninguno de ellos se había quedado en el
exterior para vigilar. Al no ver a nadie salió corriendo en dirección al
bosque.
-Esa misma noche invoqué a un demonio al que conocí unos
años atrás, me prometió que si le daba conversación durante un par de horas
encontraría información sobre lo que quisiere, al parecer cuando no tenía
trabajo por hacer se aburría mucho – Karen pagó por la comida y ella y su
compañero se encaminaron calle abajo, hacía un parque cercano.
- ¿Qué le pediste? Ese tipo de demonios son muy exigentes,
solo buscan información exacta y nada fuera de eso.
- Le pedí que descubriera quien era el jefe detrás de la
muerte de los habitantes de la aldea, era lo único que quería saber realmente.
Su acompañante asintió dando a entender que no tenía más
preguntas. Caminaban uno al lado del otro, manos en los bolsillos y mirada al
frente.
-Tardó un par de días en volver con la información y cuando
supe quien había sido estuve a punto de quitarme los brazaletes y destrozar
todo lo que tuviese por delante hasta encontrarlo y poder hacerle pagar por lo
que nos había hecho pasar a nosotros, al contrario de la creencia habitual
sobre que los demonios incitan a los humanos a la destrucción fue el que
invoqué quien me convenció de no hacerlo.
- ¿En serio? - preguntó alzando una ceja, incrédulo.
- En serio, durante la conversación que tuvimos me hizo
muchas preguntas sobre mí misma y usó el hecho de que podía hacer daño a mi
familia para convencerme de que no merecía la pena. En fin, una vez más
calmada, empecé a pensar en una manera de poder vengarme sin causar daño a
nadie más que a él.
- A todo esto, ¿quién es "él"?
-Ah, cierto, bueno, el jefe resultó ser, de hecho, uno de
los propios aldeanos, durante años no hizo más que causar problemas, diciendo
constantemente que deberíamos de vivir en la ciudad, no aislarnos de ella y que
estábamos malgastando nuestras vidas allí. Trató de convencer a los habitantes
de la aldea para abandonarla junto a él. Los líderes terminaron echándolo antes
de que pudiese convencer a nadie. Según me contó el demonio había conseguido
hacerse con el poder de la ciudad y estaba engañando a todo el mundo para
hacerse el más rico y poderoso. Entre las cosas que estaba haciendo era
manipular la magia que aprendían los jóvenes para que no existiese ningún
hechicero con más poder que él.
-Ahora me alegro de que nos hayamos libreado de él.
-Ves, te dije que no te arrepentirías.
Compartieron una sonrisa mientras atravesaban el parque.
Caminaban a la sombra de los árboles, a su alrededor grupos de personas
hablaban entre ellos. Karen se esperó unos segundos a que su acompañante
asimilara la información por si quería preguntar algo más. Cuando vio que él no
abría la boca, continuó.
- No podía saltarme las clases así como así por la norma de
asistencia que había y no quería involucrar a mi familia, por lo menos hasta
que el plan tuviese forma y estuviera en marcha. Durante uno o dos meses estuve
mirando libros de hechizos y mis libretas en busca de inspiración, no buscaba
nada en especial, solo quería encontrar algo que se adecuase al plan
"líbrate del malo sin causar demasiados daños".
- ¿Qué hechizo encontraste? Recuerdo ver a muchos humanos
ayudándote.
- Encontré una manera de borrar los efectos de los sellos.
- ¿Cómo? … ¿por qué nunca que pregunté esto?
- No entiendes tu forma de pensar ni tú, en fin, en una de
mis libretas de invocaciones había unas cuantas hojas de un hechizo en el que
estaba trabajando, me había olvidado por completo de él hasta el momento en el
que lo vi. Cuando revisé las hojas recordé que empecé a trabajar en él años
atrás, después de mi primera visita a la ciudad, recordaba algo de haber
invocado a un demonio para que me ayudara, pero a cuál ni si había conseguido
hacer que funcionara.
"Antes de probarlo en personas lo revisé, pasándolo a
limpio, arreglando algunas cosas que con el tiempo había aprendido y sabía que
iban a hacer que el hechizo no funcionase o causara un efecto que no quería.
Tardé más o menos otro mes en estar lo suficientemente cómoda con el hechizo
para probarlo con alguien.
También necesitaba encontrar un lugar seguro donde
ejecutarlo, no podía hacerlo en la calle o en mi casa porque alguien lo podía
notar y si se enteraba ya-sabes-quien iría a por mi familia, así que busqué
otro lugar
Encontré un barrio donde la mayoría de las casas estaban
abandonadas y decidí hacer de una de esas mi base. Grabé varios círculos
mágicos por toda la casa e hice que todo lo que pasara dentro de la casa no
pudiera verse, oírse ni sentirse fuera de la casa, lo que la convertía en el lugar
perfecto para usar magia poderosa sin peligro.
Lo siguiente fue encontrar a alguien que estuviera dispuesto
a probar el hechizo, no fue fácil pues no solo debía mantener mi identidad en
secreto, sino también tener cuidado con quien hablaba porque nunca se sabía si
alguno de ellos iba a contarle a todo el que quisiera escucharlo lo que había
pasado. Tardé un tiempo, pero finalmente encontré a un grupo de personas que
aceptaron, ellos querían, más que otra cosa en el mundo, liberase de los
sellos, al parecer habían tenido malas experiencias por culpa de ellos, nunca
les pregunté que les pasó exactamente porque no era de mi incumbencia, sabían
que el hechizo aún no estaba terminado y que probablemente tuviese efectos
secundarios, aun así, aceptaron. Les di la dirección de la casa y les dije que
aparecieran por la noche.
En el primer intento no pasó nada, los sellos ni
reaccionaron. Esa noche repasé el hechizo junto a los voluntarios para ver cómo
cambiarlo. En el segundo y tercer intento conseguimos debilitar ligeramente los
sellos, pero no fue hasta el sexto que conseguí eliminar por completo su
efecto. Durante esos días diseñé unos brazaletes similares a los míos, pero
cambié y añadí algunos efectos. Primeramente, hice que no bloquearan la magia,
pero que al mismo tiempo siguieran dando la ilusión de llevar los sellos. El
efecto principal que iba buscando era el que llevan actualmente todos los
brazaletes que he creado, me permiten saber la posición de cada uno de ellos y
si su portador está en peligro, los primeros brazaletes daban señal
constantemente pero conforme íbamos creciendo hice que solo aquellos brazaletes
en los que pensaran dieran señal. También les puse un hechizo que me permitiría
comunicarme con ellos con facilidad."
- Piensas en todo - dijo su acompañante impresionado.
- Normalmente me dicen que pienso demasiado.
- Una cosa no quita a la otra querida.
Karen y su acompañante se detuvieron un momento delante de
un lago, viendo a los patos tratando de pescar su comida. Estuvieron en
silencio un tiempo mientras Karen pensaba como continuar su historia.
- Al haber vivido toda su vida con los sellos, los
voluntarios tuvieron problemas a la hora de usar su nuevo poder, así que antes
de poder continuar con mi plan tuve que ayudarles a aprender a usarlo
correctamente. Les di mi conocimiento y un lugar donde practicar hechizos de
alto nivel. A cambio, ellos me dieron su lealtad absoluta y apoyaron mi plan
sin dudarlo.
"Cuando finalmente tuvieron control sobre su poder y
los podía dejar solos sin temor a que lo perdieran, salí por la noche a buscar
lo que sería la segunda generación. La primera generación ayudó en la búsqueda,
así que fue mucho más fácil encontrarlos. Repetí lo mismo un par de veces:
buscar a alguien, quitarle los sellos y entrenarlo; hasta que nuestro grupo
creció lo suficiente para ser considerado una amenaza.
Era hora de empezar la siguiente parte del plan, y aunque
tenía miedo de que no funcionase o que pasara algo que lo enviase todo al
traste, les comuniqué a todos lo que debían hacer.
El plan consistía en esparcir rumores de un ser misterioso
que estaba quitando los sellos. La idea era que algunos no dieran detalles o
que si los daban fueran mínimos, mientras tanto, otros esparcían rumores con
muchos detalles, algunos más cercanos a lo que pasó, otros completamente
imaginados que me describían como una criatura mágica. Los rumores se
esparcieron como el viento y en poco tiempo todo el mundo hablaba de ello. Los
originales se habían entremezclado dando como resultado historias más y más
fantasiosa. Las calles se llenaron de gente que buscaba esta criatura
misteriosa, no solo había quien lo hacía para deshacerse de los sellos, también
había quien quería cazarla porque pensaban que sería una criatura tipo duende o
hada, o quien la buscaba para aprovecharse de ese rumoreado poder mágico.
Era justo lo que buscaba, una situación fuera de control,
algo que crease una leyenda de esperanza para los ciudadanos, pero de terror
para los jefes que buscaban el control de la ciudad."
- Y todo eso lo pensó una niña de diecinueve años, estoy
impresionado.
- Para cuando empezaron los rumores estaba a punto de
cumplir los veinte, - corrigió con fingida indignación y una pequeña sonrisa en
los labios - pero gracias.
Karen y su acompañante continuaron su camino, dejando el
lago detrás de ellos y adentrándose en una de las calles principales de la
ciudad.
- Como vi que mi plan estaba funcionando, decidí contarle a
mi familia lo que estaba haciendo, a esas alturas ya había olvidado el motivo
que había llevado a empezar el plan, la venganza, y mi motivación para
continuar era mi deseo por querer ayudar a una ciudad que vivía bajo una
tiranía causado por nuestro propio error.
- ¿Cómo reaccionaron? - preguntó su compañero, escondiendo
una sonrisa al imaginarse a una joven Karen tratando de explicar lo que había
estado haciendo por las noches.
-Primero se escandalizaron, gritaron, me llamaron loca.
Luego vino la confusión, estaban entre impresionados porque su hija hubiese
pensado en un plan tan complejo y creado sus propios hechizos para llevarlo a
cabo, y enfadados por haberme puesto en peligro de esa manera. Francamente fue
gracioso verlos entre querer castigarme y recompensarme.
- Me lo imagino.
- Después de la confusión vino el interrogatorio, - continuó
Karen – me preguntaron sobre absolutamente cada detalle de mi plan y de cada
persona que participaba en él, fue agotador, pero conseguí responder a todas
sus preguntas hasta que estuvieron satisfechos. Finalmente, aceptaron que
continuase con el plan siempre y cuando les informase sobre todo lo que pasara
y cada cambio que se produjera.
- Tienes una familia muy extraña querida.
- ¿Verdad? Yo me esperaba que me prohibieran por completo
que continuara y que incluso les mandaran a mis hermanos que me vigilaran.
Karen y su acompañante llegaron hasta la casa en la que
vivían en el momento, habían alquilado un ático que estaba barato. Consistía en
dos habitaciones con una cama de matrimonio en cada una; una cocina pequeña,
una mesa para seis, un sofá cama y una televisión todo en la misma sala; un
cuarto de baño y un altillo donde estaba el tendedero. Al entrar Karen vio que
había llegado una carta, la recogió con una sonrisa, sabiendo que los únicos
que sabían su dirección era su familia y quien había dejado a cargo de la
ciudad.
Su acompañante miró por encima de su hombro para ver la
carta, debajo de su dirección actual estaba la firma de quien la había escrito
junto a una pequeña nota.
"Reporte de la ciudad, espero respuesta. Percy"
- ¿Cómo conociste a este tal Percy? Ya has contado sobre los
que se unieron a tu causa, pero aún no lo has mencionado a él.
- Eso es porque no lo conocí a él hasta bastante tiempo
después.
- Debió dar una buena impresión si confías en él lo
suficiente para dejarlo a cargo de la ciudad.
-Lo conocí cuando ya hacía un año y medio que había empezado
mi plan, todo avanzaba a gran velocidad y mis aliados aumentaban por momentos.
En ese momento yo seleccionaba como mucho a una persona por noche para quitarle
los sellos o me pasaba semanas sin elegir a nadie. Nuestro encuentro fue como
mínimo peculiar.
Karen caminaba por los pasillos de la academia bostezando,
vistiendo el uniforme que consistía en una camisa blanca, una chaqueta azul
claro, una falda del mismo color y unos zapatos negros. Bajo las mangas de su
chaqueta, los brazaletes dorados, que adornaban sus muñecas constantemente,
brillaban con cada movimiento.
Acababan de terminar la última clase antes del almuerzo y
Karen se dirigía hacia la cafetería en busca de algo para comer, abriéndose
paso entre los niños, adolescentes y adultos que ocupaban gran parte del
espacio.
Mientras avanzaba entre la multitud sintió una presencia a
sus espaldas, observándola, siguiéndola. Decidió ignorar esa sensación pues en
los últimos meses había sentido ojos clavados en ella allí a donde iba y el
porqué era obvio, sus brazaletes, mucha gente los llevaba y todos ellos estaban
relacionados con la desaparición de sellos y el incesante caos que reinaba en
la ciudad en el momento.
Siguió avanzando en silencio, apartando a un grupo de
personas, que se negaban a moverse ni un milímetro, a codazo. Cuando finalmente
consiguió salir de la multitud, alguien la agarró del brazo, arrastrándola
hacía un lugar vacío. Sorprendida por el extraño giro de acontecimientos trató de
librarse de la mano que la agarraba cada vez con más fuerza.
- ¡Oye! ¡¿Pero qué te crees que haces?! - gritó cuando
finalmente consiguió liberarse del agarre, girándose para ver quién era su
atacante.
Un chico alto, de pelo anaranjado y ojos marrones la agarró
una vez más, tapándole la boca para que no gritase, arrastrándola hasta una
clase vacía y cerrando la puesta cuando los estaban dentro.
- ¡¿Pero qué cojones te pasa por la cabeza?! - exclamó
Karen, cuerpo en tensión y preparándose para activar el mecanismo que soltaría
los brazaletes, lista para atacar y defenderse si la situación lo pedía.
- ¿De dónde has sacado los brazaletes? - preguntó el chico
ignorando por completo sus gritos.
Karen fue tomada por sorpresa, olvidando por completo como
había terminado encerrada en aquella habitación.
- ¿Los brazaletes? - Karen miró hacía sus brazaletes con el
entrecejo fruncido, era la primera vez que se encontraba a alguien que
preguntaba tan directamente sobre su origen - ¿Para qué quieres saberlo? -
inquirió.
- Solo dímelo - exigió.
Karen no estaba segura de que contar exactamente, repasó los
rumores que había esparcido, decidiéndose por contar los mínimos detalles.
- Me los dio una chica - dijo finalmente con una pequeña
sonrisa en los labios – no sabía que a los hombres les interesaba la joyería.
- Ya se que te los dio una chica - respondió ignorando por
completo su comentario final – Se como es su pelo y como viste pero no se ni
como se llama, ni como son sus ojos, ni si tiene la cara redondeado o alargada.
Por favor, dame más detalles.
Karen se quedó callada un momento, pensando, no le gustaba
el hecho de que hubiera alguien reuniendo información sobre ella, pero no podía
saber lo que pasaba su no colaboraba un poco. Prefería tratar de hacerse pasar
por uno de los que se encontraron con ella y de esa manera descubrir porque la
buscaba.
- Estaba oscuro, no pude ver muchos detalles, no dijo su
nombre, solo ofreció quitarme los sellos y me dio los brazaletes.
Karen oyó al chico gruñir, cerrando una libreta que parecía
haber aparecido de la nada.
- ¿Por qué la buscas? - preguntó Karen deseando que
respondiera sin rodeos.
- ¿Tu que crees? Para quitarme esto - respondió señalando a
sus sellos, un par de tatuajes situados en su brazo derecho.
- Alguna razón en especial para querer quitárselos? -
inquirió.
- Quiero ser libre.
- ¿No lo eres ya? Quiero decir, solo con tener magia ya eres
libre, por mucho de que tengas sellos.
Karen ya había oído miles de veces esa historia, hombres y
mujeres que buscan libertad aparente, pensando que solo la encontrarán
quitándose los sellos, para luego actuar igual que lo habían hecho toda su vida
con o sin sellos.
- No, me limita la magia, quiero poder hacer lo que quiera
con mi vida y pagar yo mismo las consecuencias, ni necesito que alguien
controle mi talento.
- ¿Y para que quieres ese poder? - Karen se acercó a él, el
rostro inclinado hacia un lado, mirándolo como si estuviera resolviendo un
puzle.
- Irme, lejos - respondió simplemente.
- Mmm - Karen analizaba los datos que le había proporcionado,
podría quitarle los sellos sin problemas pero no le serviría para nada si se
marchaba y moría en el intento de buscar esa ilusiona la que llamaba libertad,
es más, si moría y las noticias de que alguien sin sellos había muerto fuera de
la ciudad, todo su trabajo se iría al traste, sus aliados se asustarían y
podrían incluso llegar a dejar la batalla.
- Perdón por haberte tratado así - dijo tras suspirar,
dejando caer la cabeza claramente decepcionado.
- No Importa - Karen sonrió, curiosa por saber que llevaba a
un hombre a buscar la libertad con tanta desesperación, decidió tratar de
descubrir su pasado, aunque aún no era el momento - suerte en tu búsqueda.
- Gracias – respondió - y no le digas a nadie lo que te he
confesado, bueno, a nadie que no tenga los brazaletes.
- Puedes estar tranquilo, no lo haré - “tampoco es como si
pudiera hablarlo con alguien sin delatar me a mí misma” pensó divertida.
El chico asintió y se dirigió hacia la puerta no sin antes
decir "¡Adiós, revoltosa!" Para desaparecer casi inmediatamente por
la puerta, sin darle oportunidad a decir nada más.
- ¿Revoltosa? - Una vez más había conseguido tomarla por
sorpresa.
- No tengo palabras para describir lo que pienso, querida -
dijo su acompañante con rostro inexpresivo.
Karen rio a carcajadas, extremadamente divertida por la
reacción de su compañero.
- Te había avisado.
- Has dicho peculiar, no … eso, dulzura, peculiar no alcanza
para describirlo, pero no sé qué me esperaba eres tú de quien estamos hablando,
tú y normal no podéis ir en la misma frase.
- Exageras - dijo Karen subiendo las escaleras en dirección
al ático.
-Querida, yo nunca exagero - su acompañante la siguió sin
decir nada más.
- En fin, después de ese encuentro, nos volvimos a ver unas
horas después, me acerqué a ver si podía sacarle algo más de información,
estaba dibujando en una libreta que escondió inmediatamente, hablamos, nos
presentamos, traté de descubrir que estaba dibujando sin conseguirlo y me
marché. Por supuesto, no sería la primera vez que nos encontramos.
- ¿Qué te hizo decidirte por quitarle los sellos?
- En un principio pensé que no merecía la pena, viendo que
su único objetivo era irse, lo único que conseguiría era causarme problemas,
pero yo sabía algo que él no, así que decidí probar con eso. Una noche, me
presenté delante de él como la criatura misteriosa que quita los sellos.
Cuando anocheció, la as calles se vaciaron casi por completo
gracias a los rumores que seguían apareciendo uno tras otro, solo aquellos que
querían encontrarse con la misteriosa con la misteriosa criatura vagaba por las
calles, normalmente acompañados por quien ya habían recibido mi visita y
pensaban que igual podían conseguir convencerla para que liberara a sus amigos,
pero esa noche Karen buscaba a alguien en especial por lo que no le prestó
atención a nadie más. Después de estar un rato buscándolo finalmente encontró a
su objetivo.
- Me ha dicho un pajarito que me andas buscando - dijo
sentada en el techo de uno de los edificios, su rostro oculto tras una máscara
y sus brazaletes brillando con una luz innatural.
Percy levantó la cabeza al oír su voz, al reconocerla por
las descripciones de los rumores su rostro se iluminó y sus labios formaron una
sonrisa emocionada. Al ver que no decía nada, Karen volvió a hablar.
- Se porque me buscas, pero tengo una pregunta, ¿Por qué
razón debería hacerlo? - Karen apoyó las manos en el borde del tejado,
inclinándose ligeramente hacía delante y dejando caer la cabeza hacía un lado,
con una sonrisa decorando su rostro.
- ¿Cómo voy a responderte si ni siquiera sé porque lo hacer
con otra gente? - preguntó entrecerrando los ojos.
- Si supieras porque libero a la gente responderías
exactamente lo que quiero oír, así que responde lo que realmente pienses.
- Simplemente quiero huir, este mundo de limitaciones no se
siente bien - Percy activó su magia para flotar hacía ella - y quiero hacer
cumplir un deseo de mis padres.
- ¿Cuál es ese deseo?
- Que yo viva, cuando las autoridades sepan lo que pasó con
ellos me perseguirán
- Mmm – Karen tenía curiosidad por saber que había pasado
con sus padres, pero sabía que n ose lo contaría por mucho de que preguntase -
y ¿liberarte de los sellos con que te ayudará? Después de todo el gobierno
persigue a todo el que no los lleve.
- Para salir de esta ciudad, es como si al salir más de diez
metros de los muros te duele el cuerpo, o al menos eso me pasa a mí - Karen
cerró los ojos un momento, había oído a otros hablar sobre ese mismo efecto
secundario, apenas un par de personas de las que había liberado hasta ahora
sufría ese efecto secundario y no tenía ni idea de que era lo que lo causaba -
creo que si me los quito podré irme en paz.
- Veo un problemilla en tu plan - dijo abriendo lo ojos -
¿Quieres oírlo?
- Si, claro.
- En otras ciudades existe la misma norma, vayas donde vayas
te perseguirán por no tener sellos.
- Oh … entonces … disculpa por hacerte perder el tiempo ...
- Percy empezó a flotar hacía el suelo, cabizbajo.
- Aunque ... -empezó Karen haciendo que Percy se detuviera -
te puedo ofrecer un trato si tanto te interesa liberarte de los sellos.
- ¿Qué trato? - preguntó mirándola con los ojos
entrecerrados, sin terminar de fiarse.
- Solo tendrás que ayudarme con una pequeña cosa y yo te
daré la posibilidad de que escondas que no llevas sellos - respondió Karen, su
sonrisa parcialmente escondida por la máscara.
- ¿Qué cosa? - Karen se sorprendió de que no aceptara de
inmediato, después de todo la razón que la había llevado hasta él era su desesperación por librarse de los sellos.
- Solo tendrás que causar un poco de caos junto a los demás,
nada muy complicado si no quieres.
- ¿Por qué quieres hacer eso?
-Simple, cuando hay caos el gobierno está ocupado tratando
de encontrar una manera de detenerlo, si está lo suficientemente distraído me
da la oportunidad de completar mi plan.
Percy se quedó en silencio, pensando, apretando la libreta
contra su pecho y lo ojos entrecerrados en concentración.
- ¿Qué me dices? - preguntó Karen después de dejarle unos
segundos para pensarlo
- De acuerdo ... - empezó lentamente - pero tengo una
condición.
- Te escucho – Karen esperaba que no tuviera nada que ver
con ella o algo que no pudiera contar pues tendría que negarse.
- Yo no voy a matar a nadie.
Karen lo miró sorprendida, no estaba esperando esa condición
pues ella no había dicho nada de asesinar, ni nada relacionado.
-En ningún momento he dicho que tengas que hacerlo, caos no
significa muerte.
- Simplemente necesito asegurarlo.
- No voy a obligarte a matar a nadie.
Percy asintió, con eso el trato estaba hecho.
- Después de eso lo llevé a la casa segura y le quité los
sellos.
- Así que básicamente decidiste quitarle los sellos porqué
acepto ayudarte - resumió su acompañante.
- Exacto.
- Querida, mira que eres simple.
- ¡Oye! - se quejó golpeándole el hombro.
Los dos compañeros se habían acomodado en el sofá, Karen
tenía los pies sobre la mesita de café, la carta reposando sobre sus piernas,
aún sin abrir. Su compañero tenía la espalda apoyada en el reposabrazos y los
pies sobre el sofá, los zapatos olvidados en alguna parte de la casa.
- He de suponer que pasó algo más entre vosotros, no creo
que solo con un par de encuentros os hicierais amigos.
- Y lo hizo, al día siguiente nos volvimos a encontrar.
Karen caminaba por los pasillos de la academia libro en
mano, después del descanso tenía un examen y pesa a que lo le interesaba lo que
estaban dando, necesitaba por lo menos saber lo que entraba en el examen para
aprobar.
- ¡Revoltosa! - exclamó una voz a la que identificó como
Percy.
Karen se detuvo y cerró el libro, buscando entre la gente
donde estaba él. Finalmente, lo localizó acercándose a ella.
- No me llames así - dijo Karen a modo de saludo.
- Lo siento, me gusta llamarte así - respondió alzando los
hombros con gesto indiferente y una sonrisa en el rostro.
- ¿Necesitabas algo? - suspiró Karen dando por perdido el
tema.
- La he encontrado - dijo simplemente, la emoción notable en
su voz.
- ¿En serio? - preguntó con fingida sorpresa, alzando las
cejas para parecer más sincera.
Percy asintió emocionado con una sonrisa de oreja a oreja.
- Parece que realmente tienes suerte - Karen sonrió
resistiendo la tentación de reír ante la emoción que mostraba el hombre delante
de ella - enhorabuena.
- Gracias … oh - Percy sacó una libreta, mostrándosela.
- ¿Vas a enseñarme algo? - preguntó mirando la libreta
curiosa.
- Última página - respondió entregándole la libreta.
Karen asintió, abriendo la libreta por la página indicada.
Había un dibujo de ella con la vestimenta en la que se presentó delante de él
la noche anterior hecho a lápiz. Por un momento Karen solo pudo quedarse en
silencio, admirando el delicado trazo de lápiz que representaba casi a la
perfección la misteriosa figura en la que se convertía por la noche. Una vez
más y como empezaba a ser costumbre, Percy la había pillado por sorpresa,
quedándose sin palabras. Tardó unos segundos más en recuperar la compostura.
- La chica que va quitando los sellos? - preguntó tras
aclararse la garganta.
- Sí - respondió él, la sonrisa nunca marchándose de sus
labios - como tú no la pudiste ver pensaba que tenías curiosidad.
- Gracias – Karen sonrió con una dulzura que no sabía de
donde procedía y qué más adelante negaría que había estado allí - por cierto,
dibujas muy bien.
- Gracias … quédatelo.
- ¿Puedo? - preguntó casi emocionada.
- Claro.
- Gracias.
Karen arrancó la página con delicadeza, no quería dañarlo de
ninguna forma.
- Hasta luego revoltosa - se despidió revolviéndole el pelo.
- Nos vemos - dijo ella arreglándose el pelo.
Tras despedirse Karen guardó el dibujo con una pequeña
risita pensando en lo interesante que era Percy.
- ¿Te regaló un dibujo? - preguntó su acompañante.
- Me regaló un dibujo - afirmó Karen.
- ¿Así porque sí?
- Sip.
- Eres consciente de lo rara que es la situación ¿Verdad,
querida?
- Por eso me encanta - rio Karen – de todos después de eso
nos encontramos más a menudo, empezamos a hablar, al principio era un poco
incómodo, pero después de un par de conversaciones nos hicimos más cercanos,
nos contamos cosas que no habíamos contado a nadie y ese tipo de cosas que
hacen los amigos.
- ¿Le contaste que eras tú la que los estaba liberando de
los sellos?
- No, lo descubrió por él mismo, aunque me arrepiento de no
habérselo contado antes y siempre lo haré.
- ¿Tú? ¿Arrepentirte? Pensaba que ni sabias el significado
de la palabra arrepentirse.
- Le hice daño - los recuerdos de aquella noche aún estaban
vivos en su mente, como si hubiese pasado hacía pocas horas, los gritos, el
enfado, el arrepentimiento y sobre todo la tristeza aún estaban vivos en su
mente, grabados a fuego junto a sus recuerdos, asegurándose de que nunca
pudiese olvidarlo, asegurándose de que no cometería el mismo error dos veces -
mucho - terminó en un susurro, en sus ojos, las lágrimas amenazaban en caer
mientras el recuerdo se reproducía en su mente.
- Pero lo arreglasteis.
- Lo hicimos, - confirmó Karen - pero tardamos mucho en
hacerlo, eso pasó un par o tres meses antes de que ejecutara el final del plan
y como estaba ocupada en terminar todos los detalles y en conseguir que cierto
cabezota hiciera un contrato conmigo, no pude arreglar las cosas hasta que no
terminamos.
- Eso explica tu desaparición antes de que nos marcháramos.
Karen rio suavemente, acariciando la carta con cariño. Un
silencio cómodo se asentó entre los dos. Finalmente, Karen abrió la carta.
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