miércoles, 18 de julio de 2018

Karen


Capítulo 2: Venganza

-Así es como llegamos a la ciudad, - dijo Karen con una mueca, dejando la taza de café vacía sobre la mesa – antes de entrar, nuestros padres nos dieron nuestros limitadores, unas joyas que actúan de la misma forma que los sellos que llevan los de ciudad pero que en lugar de ser permanentes te los puedes quitar cuando quieras, por si no lo has notado, mis brazaletes son esos limitadores - terminó señalando los brazaletes dorados que se escondían bajo las mangas de la camisa.
- ¿Y simplemente empezasteis a vivir en la ciudad como si nada? - preguntó su acompañante entre cucharadas de su postre de chocolate.
- Tampoco teníamos muchas opciones, era o vivir en la ciudad hasta que pasase el invierno o morir de hambre o frio intentando volver a instalarnos en algún lugar lejos de las ciudades.
- Siempre se me olvida lo frágiles que sois los humanos.
- Vaya, gracias - ironizó Karen.
- De nada querida – dijo su acompañante con una sonrisa.
Karen no pudo evitar reír ante la sinceridad en su respuesta.
-Gracias a que mis padres habían ahorrado algo de dinero y a que conseguimos vender las joyas de mi hermano pudimos alquilar una casa y comprar comida para unos cuantos días sin problemas. - continuó ella entrelazando las manos y apoyándolas en el borde de la mesa – Los primeros días fueron horribles, era como si todo lo que nos había pasado fuese un sueño del que no conseguíamos despertarnos. Nadie hablaba de lo que había pasado y mis padres actuaban como si todo fuese bien, aunque veíamos que se sentían agobiados por la atmosfera de la ciudad, no ayudaba el hecho de que sus hijos apenas ni salían de sus habitaciones.
Karen respiró hondo, los recuerdos de los primeros días viviendo en la ciudad le oprimían el corazón y le provocaban un nudo en la garganta.
-Mis padres buscaron trabajo, les costó encontrar un lugar que los aceptara ya que la mayoría de ellos requerían unos estudios que no tenías, aunque seguramente estuviesen más cualificados que muchos de los que tenían ese título, mi hermano siguió creando joyas y vendiéndolas, terminó siendo contratado por la joyería donde solía venderlas y mi hermana y yo fuimos obligadas a ir a un colegio para hechiceros, al parecer era obligatorio asistir a clases a nuestra edad. Odié cada uno de los días en los que tuve que ir, mi vida era la magia y ver como los de ciudad la trataban como algo que se debía temer y como la manipulaban con tan poco respeto por la forma original me ponía enferma, yo había manipulado hechizos durante toda mi vida, pero siempre trataba de mantener el máximo de la forma original de esa magia, sin en cambio a los de ciudad no les importaba y enseñaban la forma modificada como si fuese la original, era algo que simplemente me ponía de los nervios, aun así me aguanté, no quería causarle problemas a mis padres antes de que pudiésemos mudarnos.
- Eres una humana llena de odio, encanto - comentó su acompañante terminándose su postre y lamiendo el chocolate del plato.
- Deberías saberlo a estas alturas.
-Touché, continua.
-Llegó el invierno y todo se cubrió de nieve, una noche me escapé de casa y me dirigí al bosque, a nuestra aldea.
La luna llena brillaba con fuerza, iluminando las calles vacías de la ciudad. Karen caminaba velozmente, cruzando la ciudad en silencio, las manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta para protegerlas del gélido frío, su rostro oculto por una bufanda que ondeaba tras ella como una capa y sus orejas se escondían bajo un gorro de lana. Salió de la ciudad asegurándose de que nadie la había visto y se dirigió al bosque. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado en él, pero los recuerdos del humo y los gritos aún eran vívidos en su mente.
La nieve que cubría el suelo dificultaba su avance por el bosque, pues las raíces o los agujeros eran fácilmente ocultos por las capas de nieve que se habían ido acumulando en los últimos días, la oscuridad tampoco ayudaba a facilitar su avance. Aun así, Karen siguió avanzando, tanteando los árboles para evitar chocarse y levantándose cada vez que tropezaba.
Poco a poco hizo su camino hasta la aldea.
Al llegar se sorprendió al ver que seguía en un relativo buen estado, algunas casas habían ardido hasta quedar reducidas a cenizas y otras o eran más que una pila de escombros, pero la mayoría seguían en pie y sin haber sufrido muchos daños. Karen pensó que, si todas las casas no habían sido destruidas, cabía la posibilidad de que alguien hubiese sobrevivido, así que se adentró en la aldea y empezó a mirar en el interior de las casas en busca de algún signo de vida. No encontró ninguno. Las casas estaban completamente vacías, alguien se había llevado todas las cosas del interior, dejando solamente algunos muebles que se habían llenado de polvo con el tiempo. No quedaban siquiera los cadáveres de los que murieron ese día.
Karen se detuvo delante de la que una vez fue su casa, por un momento no se atrevió a ver en el interior, aunque quería saber que destino habían sufrido sus cosas, le daba miedo, pues seguramente iba a ver la desaparición de su pasado. Finalmente, se decidió a abrir la puerta y entrar en la casa. Tal y como sospechaba la recibió una sala de estar completamente vacía, solo quedaban las estanterías atornilladas a las paredes todo lo demás había desaparecido. El polvo había cubierto el suelo y con cada paso que daba sus huellas se quedaban marcadas en él.
Entró en su habitación, lo único que quedaba en ella eran los juguetes de Mae y algunas piedras de menor valor de Niles. Todos los libros habían desaparecido, al igual que las libretas donde Karen guardaba sus apuntes. Se acercó a donde una vez había estado su sillón, sonriendo melancólicamente al recordar las horas que había pasado allí sentada leyendo los libros de hechizos y experimentando con ellos.
No tardó en decidir marcharse, estaba claro que no quedaba nada útil a estas alturas y aunque no supiera quien se lo había llevado no parecía que hubiera nada que le diese una pista. Al abrir la puerta principal escuchó unas voces, por un momento su corazón pareció detenerse. Rápidamente se escondió detrás de la puerta, sentándose en el suelo con las rodillas pegadas al pecho para asegurarse de que no la viesen con facilidad. Respiraba con dificultad y su corazón tenía la intención se salírsele del pecho en cualquier momento.
- Maldito jefe, otra vez enviándonos aquí para revisar que se han llevado todo lo que nos pueda servir de utilidad, ya hemos venido miles de veces ¡¿Cómo va a quedar nada aquí?! - exclamó una voz.
-No hables muy alto que como el jefe se entere de que hablas mal de él o sus decisiones a saber que te hace - comentó una segunda voz.
- ¡Que haga lo que le dé la puta gana! Seguro que será mejor que ser su perro - ladró la primera voz, escupiendo las palabras como si fueran veneno.
- Oye, oye, no digas eso, recuerda lo que le pasó al último - advirtió una tercera persona con voz asqueada.
- Hugh, no me lo recuerdes por el amor de dios.
Las voces se perdieron al tiempo que se oyó la puerta de una de las casas abrirse. Karen decidió que era el mejor momento para marcharse. Se asomó con cuidado, asegurándose de que ninguno de ellos se había quedado en el exterior para vigilar. Al no ver a nadie salió corriendo en dirección al bosque.
-Esa misma noche invoqué a un demonio al que conocí unos años atrás, me prometió que si le daba conversación durante un par de horas encontraría información sobre lo que quisiere, al parecer cuando no tenía trabajo por hacer se aburría mucho – Karen pagó por la comida y ella y su compañero se encaminaron calle abajo, hacía un parque cercano.
- ¿Qué le pediste? Ese tipo de demonios son muy exigentes, solo buscan información exacta y nada fuera de eso.
- Le pedí que descubriera quien era el jefe detrás de la muerte de los habitantes de la aldea, era lo único que quería saber realmente.
Su acompañante asintió dando a entender que no tenía más preguntas. Caminaban uno al lado del otro, manos en los bolsillos y mirada al frente.
-Tardó un par de días en volver con la información y cuando supe quien había sido estuve a punto de quitarme los brazaletes y destrozar todo lo que tuviese por delante hasta encontrarlo y poder hacerle pagar por lo que nos había hecho pasar a nosotros, al contrario de la creencia habitual sobre que los demonios incitan a los humanos a la destrucción fue el que invoqué quien me convenció de no hacerlo.
- ¿En serio? - preguntó alzando una ceja, incrédulo.
- En serio, durante la conversación que tuvimos me hizo muchas preguntas sobre mí misma y usó el hecho de que podía hacer daño a mi familia para convencerme de que no merecía la pena. En fin, una vez más calmada, empecé a pensar en una manera de poder vengarme sin causar daño a nadie más que a él.
- A todo esto, ¿quién es "él"?
-Ah, cierto, bueno, el jefe resultó ser, de hecho, uno de los propios aldeanos, durante años no hizo más que causar problemas, diciendo constantemente que deberíamos de vivir en la ciudad, no aislarnos de ella y que estábamos malgastando nuestras vidas allí. Trató de convencer a los habitantes de la aldea para abandonarla junto a él. Los líderes terminaron echándolo antes de que pudiese convencer a nadie. Según me contó el demonio había conseguido hacerse con el poder de la ciudad y estaba engañando a todo el mundo para hacerse el más rico y poderoso. Entre las cosas que estaba haciendo era manipular la magia que aprendían los jóvenes para que no existiese ningún hechicero con más poder que él.
-Ahora me alegro de que nos hayamos libreado de él.
-Ves, te dije que no te arrepentirías.
Compartieron una sonrisa mientras atravesaban el parque. Caminaban a la sombra de los árboles, a su alrededor grupos de personas hablaban entre ellos. Karen se esperó unos segundos a que su acompañante asimilara la información por si quería preguntar algo más. Cuando vio que él no abría la boca, continuó.
- No podía saltarme las clases así como así por la norma de asistencia que había y no quería involucrar a mi familia, por lo menos hasta que el plan tuviese forma y estuviera en marcha. Durante uno o dos meses estuve mirando libros de hechizos y mis libretas en busca de inspiración, no buscaba nada en especial, solo quería encontrar algo que se adecuase al plan "líbrate del malo sin causar demasiados daños".
- ¿Qué hechizo encontraste? Recuerdo ver a muchos humanos ayudándote.
- Encontré una manera de borrar los efectos de los sellos.
- ¿Cómo? … ¿por qué nunca que pregunté esto?
- No entiendes tu forma de pensar ni tú, en fin, en una de mis libretas de invocaciones había unas cuantas hojas de un hechizo en el que estaba trabajando, me había olvidado por completo de él hasta el momento en el que lo vi. Cuando revisé las hojas recordé que empecé a trabajar en él años atrás, después de mi primera visita a la ciudad, recordaba algo de haber invocado a un demonio para que me ayudara, pero a cuál ni si había conseguido hacer que funcionara.
"Antes de probarlo en personas lo revisé, pasándolo a limpio, arreglando algunas cosas que con el tiempo había aprendido y sabía que iban a hacer que el hechizo no funcionase o causara un efecto que no quería. Tardé más o menos otro mes en estar lo suficientemente cómoda con el hechizo para probarlo con alguien.
También necesitaba encontrar un lugar seguro donde ejecutarlo, no podía hacerlo en la calle o en mi casa porque alguien lo podía notar y si se enteraba ya-sabes-quien iría a por mi familia, así que busqué otro lugar
Encontré un barrio donde la mayoría de las casas estaban abandonadas y decidí hacer de una de esas mi base. Grabé varios círculos mágicos por toda la casa e hice que todo lo que pasara dentro de la casa no pudiera verse, oírse ni sentirse fuera de la casa, lo que la convertía en el lugar perfecto para usar magia poderosa sin peligro.
Lo siguiente fue encontrar a alguien que estuviera dispuesto a probar el hechizo, no fue fácil pues no solo debía mantener mi identidad en secreto, sino también tener cuidado con quien hablaba porque nunca se sabía si alguno de ellos iba a contarle a todo el que quisiera escucharlo lo que había pasado. Tardé un tiempo, pero finalmente encontré a un grupo de personas que aceptaron, ellos querían, más que otra cosa en el mundo, liberase de los sellos, al parecer habían tenido malas experiencias por culpa de ellos, nunca les pregunté que les pasó exactamente porque no era de mi incumbencia, sabían que el hechizo aún no estaba terminado y que probablemente tuviese efectos secundarios, aun así, aceptaron. Les di la dirección de la casa y les dije que aparecieran por la noche.
En el primer intento no pasó nada, los sellos ni reaccionaron. Esa noche repasé el hechizo junto a los voluntarios para ver cómo cambiarlo. En el segundo y tercer intento conseguimos debilitar ligeramente los sellos, pero no fue hasta el sexto que conseguí eliminar por completo su efecto. Durante esos días diseñé unos brazaletes similares a los míos, pero cambié y añadí algunos efectos. Primeramente, hice que no bloquearan la magia, pero que al mismo tiempo siguieran dando la ilusión de llevar los sellos. El efecto principal que iba buscando era el que llevan actualmente todos los brazaletes que he creado, me permiten saber la posición de cada uno de ellos y si su portador está en peligro, los primeros brazaletes daban señal constantemente pero conforme íbamos creciendo hice que solo aquellos brazaletes en los que pensaran dieran señal. También les puse un hechizo que me permitiría comunicarme con ellos con facilidad."
- Piensas en todo - dijo su acompañante impresionado.
- Normalmente me dicen que pienso demasiado.
- Una cosa no quita a la otra querida.
Karen y su acompañante se detuvieron un momento delante de un lago, viendo a los patos tratando de pescar su comida. Estuvieron en silencio un tiempo mientras Karen pensaba como continuar su historia.
- Al haber vivido toda su vida con los sellos, los voluntarios tuvieron problemas a la hora de usar su nuevo poder, así que antes de poder continuar con mi plan tuve que ayudarles a aprender a usarlo correctamente. Les di mi conocimiento y un lugar donde practicar hechizos de alto nivel. A cambio, ellos me dieron su lealtad absoluta y apoyaron mi plan sin dudarlo.
"Cuando finalmente tuvieron control sobre su poder y los podía dejar solos sin temor a que lo perdieran, salí por la noche a buscar lo que sería la segunda generación. La primera generación ayudó en la búsqueda, así que fue mucho más fácil encontrarlos. Repetí lo mismo un par de veces: buscar a alguien, quitarle los sellos y entrenarlo; hasta que nuestro grupo creció lo suficiente para ser considerado una amenaza.
Era hora de empezar la siguiente parte del plan, y aunque tenía miedo de que no funcionase o que pasara algo que lo enviase todo al traste, les comuniqué a todos lo que debían hacer.
El plan consistía en esparcir rumores de un ser misterioso que estaba quitando los sellos. La idea era que algunos no dieran detalles o que si los daban fueran mínimos, mientras tanto, otros esparcían rumores con muchos detalles, algunos más cercanos a lo que pasó, otros completamente imaginados que me describían como una criatura mágica. Los rumores se esparcieron como el viento y en poco tiempo todo el mundo hablaba de ello. Los originales se habían entremezclado dando como resultado historias más y más fantasiosa. Las calles se llenaron de gente que buscaba esta criatura misteriosa, no solo había quien lo hacía para deshacerse de los sellos, también había quien quería cazarla porque pensaban que sería una criatura tipo duende o hada, o quien la buscaba para aprovecharse de ese rumoreado poder mágico.
Era justo lo que buscaba, una situación fuera de control, algo que crease una leyenda de esperanza para los ciudadanos, pero de terror para los jefes que buscaban el control de la ciudad."
- Y todo eso lo pensó una niña de diecinueve años, estoy impresionado.
- Para cuando empezaron los rumores estaba a punto de cumplir los veinte, - corrigió con fingida indignación y una pequeña sonrisa en los labios - pero gracias.
Karen y su acompañante continuaron su camino, dejando el lago detrás de ellos y adentrándose en una de las calles principales de la ciudad.
- Como vi que mi plan estaba funcionando, decidí contarle a mi familia lo que estaba haciendo, a esas alturas ya había olvidado el motivo que había llevado a empezar el plan, la venganza, y mi motivación para continuar era mi deseo por querer ayudar a una ciudad que vivía bajo una tiranía causado por nuestro propio error.
- ¿Cómo reaccionaron? - preguntó su compañero, escondiendo una sonrisa al imaginarse a una joven Karen tratando de explicar lo que había estado haciendo por las noches.
-Primero se escandalizaron, gritaron, me llamaron loca. Luego vino la confusión, estaban entre impresionados porque su hija hubiese pensado en un plan tan complejo y creado sus propios hechizos para llevarlo a cabo, y enfadados por haberme puesto en peligro de esa manera. Francamente fue gracioso verlos entre querer castigarme y recompensarme.
- Me lo imagino.
- Después de la confusión vino el interrogatorio, - continuó Karen – me preguntaron sobre absolutamente cada detalle de mi plan y de cada persona que participaba en él, fue agotador, pero conseguí responder a todas sus preguntas hasta que estuvieron satisfechos. Finalmente, aceptaron que continuase con el plan siempre y cuando les informase sobre todo lo que pasara y cada cambio que se produjera.
- Tienes una familia muy extraña querida.
- ¿Verdad? Yo me esperaba que me prohibieran por completo que continuara y que incluso les mandaran a mis hermanos que me vigilaran.
Karen y su acompañante llegaron hasta la casa en la que vivían en el momento, habían alquilado un ático que estaba barato. Consistía en dos habitaciones con una cama de matrimonio en cada una; una cocina pequeña, una mesa para seis, un sofá cama y una televisión todo en la misma sala; un cuarto de baño y un altillo donde estaba el tendedero. Al entrar Karen vio que había llegado una carta, la recogió con una sonrisa, sabiendo que los únicos que sabían su dirección era su familia y quien había dejado a cargo de la ciudad.
Su acompañante miró por encima de su hombro para ver la carta, debajo de su dirección actual estaba la firma de quien la había escrito junto a una pequeña nota.
"Reporte de la ciudad, espero respuesta. Percy"
- ¿Cómo conociste a este tal Percy? Ya has contado sobre los que se unieron a tu causa, pero aún no lo has mencionado a él.
- Eso es porque no lo conocí a él hasta bastante tiempo después.
- Debió dar una buena impresión si confías en él lo suficiente para dejarlo a cargo de la ciudad.
-Lo conocí cuando ya hacía un año y medio que había empezado mi plan, todo avanzaba a gran velocidad y mis aliados aumentaban por momentos. En ese momento yo seleccionaba como mucho a una persona por noche para quitarle los sellos o me pasaba semanas sin elegir a nadie. Nuestro encuentro fue como mínimo peculiar.
Karen caminaba por los pasillos de la academia bostezando, vistiendo el uniforme que consistía en una camisa blanca, una chaqueta azul claro, una falda del mismo color y unos zapatos negros. Bajo las mangas de su chaqueta, los brazaletes dorados, que adornaban sus muñecas constantemente, brillaban con cada movimiento.
Acababan de terminar la última clase antes del almuerzo y Karen se dirigía hacia la cafetería en busca de algo para comer, abriéndose paso entre los niños, adolescentes y adultos que ocupaban gran parte del espacio.
Mientras avanzaba entre la multitud sintió una presencia a sus espaldas, observándola, siguiéndola. Decidió ignorar esa sensación pues en los últimos meses había sentido ojos clavados en ella allí a donde iba y el porqué era obvio, sus brazaletes, mucha gente los llevaba y todos ellos estaban relacionados con la desaparición de sellos y el incesante caos que reinaba en la ciudad en el momento.
Siguió avanzando en silencio, apartando a un grupo de personas, que se negaban a moverse ni un milímetro, a codazo. Cuando finalmente consiguió salir de la multitud, alguien la agarró del brazo, arrastrándola hacía un lugar vacío. Sorprendida por el extraño giro de acontecimientos trató de librarse de la mano que la agarraba cada vez con más fuerza.
- ¡Oye! ¡¿Pero qué te crees que haces?! - gritó cuando finalmente consiguió liberarse del agarre, girándose para ver quién era su atacante.
Un chico alto, de pelo anaranjado y ojos marrones la agarró una vez más, tapándole la boca para que no gritase, arrastrándola hasta una clase vacía y cerrando la puesta cuando los estaban dentro.
- ¡¿Pero qué cojones te pasa por la cabeza?! - exclamó Karen, cuerpo en tensión y preparándose para activar el mecanismo que soltaría los brazaletes, lista para atacar y defenderse si la situación lo pedía.
- ¿De dónde has sacado los brazaletes? - preguntó el chico ignorando por completo sus gritos.
Karen fue tomada por sorpresa, olvidando por completo como había terminado encerrada en aquella habitación.
- ¿Los brazaletes? - Karen miró hacía sus brazaletes con el entrecejo fruncido, era la primera vez que se encontraba a alguien que preguntaba tan directamente sobre su origen - ¿Para qué quieres saberlo? - inquirió.
- Solo dímelo - exigió.
Karen no estaba segura de que contar exactamente, repasó los rumores que había esparcido, decidiéndose por contar los mínimos detalles.
- Me los dio una chica - dijo finalmente con una pequeña sonrisa en los labios – no sabía que a los hombres les interesaba la joyería.
- Ya se que te los dio una chica - respondió ignorando por completo su comentario final – Se como es su pelo y como viste pero no se ni como se llama, ni como son sus ojos, ni si tiene la cara redondeado o alargada. Por favor, dame más detalles.
Karen se quedó callada un momento, pensando, no le gustaba el hecho de que hubiera alguien reuniendo información sobre ella, pero no podía saber lo que pasaba su no colaboraba un poco. Prefería tratar de hacerse pasar por uno de los que se encontraron con ella y de esa manera descubrir porque la buscaba.
- Estaba oscuro, no pude ver muchos detalles, no dijo su nombre, solo ofreció quitarme los sellos y me dio los brazaletes.
Karen oyó al chico gruñir, cerrando una libreta que parecía haber aparecido de la nada.
- ¿Por qué la buscas? - preguntó Karen deseando que respondiera sin rodeos.
- ¿Tu que crees? Para quitarme esto - respondió señalando a sus sellos, un par de tatuajes situados en su brazo derecho.
- Alguna razón en especial para querer quitárselos? - inquirió.
- Quiero ser libre.
- ¿No lo eres ya? Quiero decir, solo con tener magia ya eres libre, por mucho de que tengas sellos.
Karen ya había oído miles de veces esa historia, hombres y mujeres que buscan libertad aparente, pensando que solo la encontrarán quitándose los sellos, para luego actuar igual que lo habían hecho toda su vida con o sin sellos.
- No, me limita la magia, quiero poder hacer lo que quiera con mi vida y pagar yo mismo las consecuencias, ni necesito que alguien controle mi talento.
- ¿Y para que quieres ese poder? - Karen se acercó a él, el rostro inclinado hacia un lado, mirándolo como si estuviera resolviendo un puzle.
- Irme, lejos - respondió simplemente.
- Mmm - Karen analizaba los datos que le había proporcionado, podría quitarle los sellos sin problemas pero no le serviría para nada si se marchaba y moría en el intento de buscar esa ilusiona la que llamaba libertad, es más, si moría y las noticias de que alguien sin sellos había muerto fuera de la ciudad, todo su trabajo se iría al traste, sus aliados se asustarían y podrían incluso llegar a dejar la batalla.
- Perdón por haberte tratado así - dijo tras suspirar, dejando caer la cabeza claramente decepcionado.
- No Importa - Karen sonrió, curiosa por saber que llevaba a un hombre a buscar la libertad con tanta desesperación, decidió tratar de descubrir su pasado, aunque aún no era el momento - suerte en tu búsqueda.
- Gracias – respondió - y no le digas a nadie lo que te he confesado, bueno, a nadie que no tenga los brazaletes.
- Puedes estar tranquilo, no lo haré - “tampoco es como si pudiera hablarlo con alguien sin delatar me a mí misma” pensó divertida.
El chico asintió y se dirigió hacia la puerta no sin antes decir "¡Adiós, revoltosa!" Para desaparecer casi inmediatamente por la puerta, sin darle oportunidad a decir nada más.
- ¿Revoltosa? - Una vez más había conseguido tomarla por sorpresa.
- No tengo palabras para describir lo que pienso, querida - dijo su acompañante con rostro inexpresivo.
Karen rio a carcajadas, extremadamente divertida por la reacción de su compañero.
- Te había avisado.
- Has dicho peculiar, no … eso, dulzura, peculiar no alcanza para describirlo, pero no sé qué me esperaba eres tú de quien estamos hablando, tú y normal no podéis ir en la misma frase.
- Exageras - dijo Karen subiendo las escaleras en dirección al ático.
-Querida, yo nunca exagero - su acompañante la siguió sin decir nada más.
- En fin, después de ese encuentro, nos volvimos a ver unas horas después, me acerqué a ver si podía sacarle algo más de información, estaba dibujando en una libreta que escondió inmediatamente, hablamos, nos presentamos, traté de descubrir que estaba dibujando sin conseguirlo y me marché. Por supuesto, no sería la primera vez que nos encontramos.
- ¿Qué te hizo decidirte por quitarle los sellos?
- En un principio pensé que no merecía la pena, viendo que su único objetivo era irse, lo único que conseguiría era causarme problemas, pero yo sabía algo que él no, así que decidí probar con eso. Una noche, me presenté delante de él como la criatura misteriosa que quita los sellos.
Cuando anocheció, la as calles se vaciaron casi por completo gracias a los rumores que seguían apareciendo uno tras otro, solo aquellos que querían encontrarse con la misteriosa con la misteriosa criatura vagaba por las calles, normalmente acompañados por quien ya habían recibido mi visita y pensaban que igual podían conseguir convencerla para que liberara a sus amigos, pero esa noche Karen buscaba a alguien en especial por lo que no le prestó atención a nadie más. Después de estar un rato buscándolo finalmente encontró a su objetivo.
- Me ha dicho un pajarito que me andas buscando - dijo sentada en el techo de uno de los edificios, su rostro oculto tras una máscara y sus brazaletes brillando con una luz innatural.
Percy levantó la cabeza al oír su voz, al reconocerla por las descripciones de los rumores su rostro se iluminó y sus labios formaron una sonrisa emocionada. Al ver que no decía nada, Karen volvió a hablar.
- Se porque me buscas, pero tengo una pregunta, ¿Por qué razón debería hacerlo? - Karen apoyó las manos en el borde del tejado, inclinándose ligeramente hacía delante y dejando caer la cabeza hacía un lado, con una sonrisa decorando su rostro.
- ¿Cómo voy a responderte si ni siquiera sé porque lo hacer con otra gente? - preguntó entrecerrando los ojos.
- Si supieras porque libero a la gente responderías exactamente lo que quiero oír, así que responde lo que realmente pienses.
- Simplemente quiero huir, este mundo de limitaciones no se siente bien - Percy activó su magia para flotar hacía ella - y quiero hacer cumplir un deseo de mis padres.
- ¿Cuál es ese deseo?
- Que yo viva, cuando las autoridades sepan lo que pasó con ellos me perseguirán
- Mmm – Karen tenía curiosidad por saber que había pasado con sus padres, pero sabía que n ose lo contaría por mucho de que preguntase - y ¿liberarte de los sellos con que te ayudará? Después de todo el gobierno persigue a todo el que no los lleve.
- Para salir de esta ciudad, es como si al salir más de diez metros de los muros te duele el cuerpo, o al menos eso me pasa a mí - Karen cerró los ojos un momento, había oído a otros hablar sobre ese mismo efecto secundario, apenas un par de personas de las que había liberado hasta ahora sufría ese efecto secundario y no tenía ni idea de que era lo que lo causaba - creo que si me los quito podré irme en paz.
- Veo un problemilla en tu plan - dijo abriendo lo ojos - ¿Quieres oírlo?
- Si, claro.
- En otras ciudades existe la misma norma, vayas donde vayas te perseguirán por no tener sellos.
- Oh … entonces … disculpa por hacerte perder el tiempo ... - Percy empezó a flotar hacía el suelo, cabizbajo.
- Aunque ... -empezó Karen haciendo que Percy se detuviera - te puedo ofrecer un trato si tanto te interesa liberarte de los sellos.
- ¿Qué trato? - preguntó mirándola con los ojos entrecerrados, sin terminar de fiarse.
- Solo tendrás que ayudarme con una pequeña cosa y yo te daré la posibilidad de que escondas que no llevas sellos - respondió Karen, su sonrisa parcialmente escondida por la máscara.
- ¿Qué cosa? - Karen se sorprendió de que no aceptara de inmediato, después de todo la razón que la había llevado hasta él era  su desesperación por librarse de los sellos.
- Solo tendrás que causar un poco de caos junto a los demás, nada muy complicado si no quieres.
- ¿Por qué quieres hacer eso?
-Simple, cuando hay caos el gobierno está ocupado tratando de encontrar una manera de detenerlo, si está lo suficientemente distraído me da la oportunidad de completar mi plan.
Percy se quedó en silencio, pensando, apretando la libreta contra su pecho y lo ojos entrecerrados en concentración.
- ¿Qué me dices? - preguntó Karen después de dejarle unos segundos para pensarlo
- De acuerdo ... - empezó lentamente - pero tengo una condición.
- Te escucho – Karen esperaba que no tuviera nada que ver con ella o algo que no pudiera contar pues tendría que negarse.
- Yo no voy a matar a nadie.
Karen lo miró sorprendida, no estaba esperando esa condición pues ella no había dicho nada de asesinar, ni nada relacionado.
-En ningún momento he dicho que tengas que hacerlo, caos no significa muerte.
- Simplemente necesito asegurarlo.
- No voy a obligarte a matar a nadie.
Percy asintió, con eso el trato estaba hecho.
- Después de eso lo llevé a la casa segura y le quité los sellos.
- Así que básicamente decidiste quitarle los sellos porqué acepto ayudarte - resumió su acompañante.
- Exacto.
- Querida, mira que eres simple.
- ¡Oye! - se quejó golpeándole el hombro.
Los dos compañeros se habían acomodado en el sofá, Karen tenía los pies sobre la mesita de café, la carta reposando sobre sus piernas, aún sin abrir. Su compañero tenía la espalda apoyada en el reposabrazos y los pies sobre el sofá, los zapatos olvidados en alguna parte de la casa.
- He de suponer que pasó algo más entre vosotros, no creo que solo con un par de encuentros os hicierais amigos.
- Y lo hizo, al día siguiente nos volvimos a encontrar.
Karen caminaba por los pasillos de la academia libro en mano, después del descanso tenía un examen y pesa a que lo le interesaba lo que estaban dando, necesitaba por lo menos saber lo que entraba en el examen para aprobar.
- ¡Revoltosa! - exclamó una voz a la que identificó como Percy.
Karen se detuvo y cerró el libro, buscando entre la gente donde estaba él. Finalmente, lo localizó acercándose a ella.
- No me llames así - dijo Karen a modo de saludo.
- Lo siento, me gusta llamarte así - respondió alzando los hombros con gesto indiferente y una sonrisa en el rostro.
- ¿Necesitabas algo? - suspiró Karen dando por perdido el tema.
- La he encontrado - dijo simplemente, la emoción notable en su voz.
- ¿En serio? - preguntó con fingida sorpresa, alzando las cejas para parecer más sincera.
Percy asintió emocionado con una sonrisa de oreja a oreja.
- Parece que realmente tienes suerte - Karen sonrió resistiendo la tentación de reír ante la emoción que mostraba el hombre delante de ella - enhorabuena.
- Gracias … oh - Percy sacó una libreta, mostrándosela.
- ¿Vas a enseñarme algo? - preguntó mirando la libreta curiosa.
- Última página - respondió entregándole la libreta.
Karen asintió, abriendo la libreta por la página indicada. Había un dibujo de ella con la vestimenta en la que se presentó delante de él la noche anterior hecho a lápiz. Por un momento Karen solo pudo quedarse en silencio, admirando el delicado trazo de lápiz que representaba casi a la perfección la misteriosa figura en la que se convertía por la noche. Una vez más y como empezaba a ser costumbre, Percy la había pillado por sorpresa, quedándose sin palabras. Tardó unos segundos más en recuperar la compostura.
- La chica que va quitando los sellos? - preguntó tras aclararse la garganta.
- Sí - respondió él, la sonrisa nunca marchándose de sus labios - como tú no la pudiste ver pensaba que tenías curiosidad.
- Gracias – Karen sonrió con una dulzura que no sabía de donde procedía y qué más adelante negaría que había estado allí - por cierto, dibujas muy bien.
- Gracias … quédatelo.
- ¿Puedo? - preguntó casi emocionada.
- Claro.
- Gracias.
Karen arrancó la página con delicadeza, no quería dañarlo de ninguna forma.
- Hasta luego revoltosa - se despidió revolviéndole el pelo.
- Nos vemos - dijo ella arreglándose el pelo.
Tras despedirse Karen guardó el dibujo con una pequeña risita pensando en lo interesante que era Percy.
- ¿Te regaló un dibujo? - preguntó su acompañante.
- Me regaló un dibujo - afirmó Karen.
- ¿Así porque sí?
- Sip.
- Eres consciente de lo rara que es la situación ¿Verdad, querida?
- Por eso me encanta - rio Karen – de todos después de eso nos encontramos más a menudo, empezamos a hablar, al principio era un poco incómodo, pero después de un par de conversaciones nos hicimos más cercanos, nos contamos cosas que no habíamos contado a nadie y ese tipo de cosas que hacen los amigos.
- ¿Le contaste que eras tú la que los estaba liberando de los sellos?
- No, lo descubrió por él mismo, aunque me arrepiento de no habérselo contado antes y siempre lo haré.
- ¿Tú? ¿Arrepentirte? Pensaba que ni sabias el significado de la palabra arrepentirse.
- Le hice daño - los recuerdos de aquella noche aún estaban vivos en su mente, como si hubiese pasado hacía pocas horas, los gritos, el enfado, el arrepentimiento y sobre todo la tristeza aún estaban vivos en su mente, grabados a fuego junto a sus recuerdos, asegurándose de que nunca pudiese olvidarlo, asegurándose de que no cometería el mismo error dos veces - mucho - terminó en un susurro, en sus ojos, las lágrimas amenazaban en caer mientras el recuerdo se reproducía en su mente.
- Pero lo arreglasteis.
- Lo hicimos, - confirmó Karen - pero tardamos mucho en hacerlo, eso pasó un par o tres meses antes de que ejecutara el final del plan y como estaba ocupada en terminar todos los detalles y en conseguir que cierto cabezota hiciera un contrato conmigo, no pude arreglar las cosas hasta que no terminamos.
- Eso explica tu desaparición antes de que nos marcháramos.
Karen rio suavemente, acariciando la carta con cariño. Un silencio cómodo se asentó entre los dos. Finalmente, Karen abrió la carta.

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